Un día antes que la noticia corriese por todo el mundo, en los pasillos del Palacio de Itamaraty, sede del Ministerio de Exteriores de Brasil, ya se comentaban los detalles del acercamiento entre Cuba y Estados Unidos.
Desde hace años, y casi siempre de forma indirecta, los diplomáticos de Brasil han servido de enlace entre los de Washington y los países más rebeldes a su causa en Latinoamérica, Cuba y Venezuela, una circunstancia que sorprendentemente compartió en los últimos meses con el argentino Papa Francisco.
En la jornada del jueves, el Palacio de Itamaraty llegó incluso a emitir una nota de agradecimiento a Bergoglio por su "importante contribución a los esfuerzos diplomáticos que llevaron al anuncio", en referencia a su mediación en la retomada de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos después de 53 años.
Como el diario brasileño "Folha de Sao Paulo" desveló, la figura del Papa Francisco resultó clave para que el Vaticano entrase de pleno en las negociaciones que como reconoció en el diario el asesor del Itamaraty, Marco Aurelio García, se centraron en el intercambio de prisioneros.
"Los americanos siempre han tenido mucho interés en la situación específica de ese prisionero (Alan Gross), pero no hubo una petición directa para nuestra intermediación", desveló otro miembro del Itamaraty a Folha este sábado.
Indicó que fue la propia Cuba la que inició las negociaciones atendiendo a la buena disposición de Barack Obama y el interés por recuperar al espía Alan Gross, de 65 años.
"El presidente Raúl Castro me pidió que le transmitiera informaciones sobre la disposición de los dos países y me dijo: 'Estamos dispuestos a negociar de la A a la Z, no tenemos restricciones'", aseguró Marco Aurelio Garcia en su entrevista a Folha y agregó que "luego, con la mediación del Vaticano, ellos llevaron a cabo las conversaciones que llevaron al anuncio".
Pero las mediaciones de los diplomáticos de Brasil fue mucho más allá y comenzaron a atender las demandas de la Casa Blanca para que el Banco de Brasil abriese cuentas bancarias para los integrantes de la representación diplomática de Cuba en Washington, ya que debido al embargo los encargados de las negociaciones no podían movilizar divisas.
Sin embargo, el siempre vigilante Congreso de los Estados Unidos fue una presión demasiado grande para los diplomáticos brasileños y tras abrir consultas para viabilizar la operación se canceló todo el programa por miedo a que Brasil fuese acusado formalmente por romper el embargo en Cuba.
Los intereses de Brasil en servir de puente entre Latinoamérica y Estados Unidos es una constante que se repite desde el primer gobierno del proamericano Fernando Henrique Cardozo en 1995, sin embargo, desde la llegada del Partido de los Trabajadores de Lula da Silva en 2003 y especialmente tras los escándalos de espionaje desvelados por Edward Snowden en 2013, bajo el mandato de Dilma Rousseff, la perspectiva de la mediación ha sido más próxima a los gobiernos de Cuba y Venezuela que al americano.
El próximo 1 de enero, día de la investidura como presidenta de Dilma Rousseff, el propio vicepresidente de los Estados Unidos, Joe Biden, viajará hasta Brasília para estar presente en la ceremonia, una circunstancia que no se producía desde los años ochenta y que vino acompañada de la declaración del propio Biden en diciembre que desea "reunirse con Rousseff pronto y discutir una amplia agenda".
No cabe duda que entre los temas a tratar habrá tiempo para la Venezuela de Nicolás Maduro, socia de Brasil en Mercosur y abordar con contundencia la caída del embargo de la que Brasil será la principal beneficiada al dar libertad a su gigantesca inversión de 957 millones de dólares en Puerto Mariel, algo que convertirá a Brasil en el mayor socio comercial de Cuba y en una pieza más clave todavía de Estados Unidos en Latinoamérica al contar con un puerto a solamente 150 kilómetros de sus playas.