Natalia Baleato, la chilena que lucha en Francia contra el fanatismo religioso

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Natalia Baleato tuvo que huir de Chile, su país, obligada por el golpe militar de Pinochet. Se exilió en Argentina, donde encontró a su marido y, también, pensó, la calma. Pero en el Cono Sur la gangrena golpista se extendía y tuvo que abandonar el continente americano para refugiarse en Francia, país que, dicen, es la cuna de los derechos humanos y el respeto de la libertad individual y colectiva.

Como Baleato era emprendedora, creó, en 1991,una guardería en una pequeña localidad a unos 30 kilómetros de París. Como Natalia siempre tuvo inquietudes sociales, ese jardín de infancia radicaba en una zona deprimida económica y socialmente. La guardería Baby Loup de Chanteloup-les Vignes acogía a bebés y niños, de hasta tres años, de orígenes diversos: en la zona, conviven ciudadanos de 55 nacionalidades diferentes. Y Natalia Baleato no solo se preocupaba de que las mujeres de esos barrios pudieran trabajar o estudiar sin preocuparse de los horarios de los biberones; también celebraba charlas de ayuda para esas madres jóvenes y las formaba, en algunos casos, para trabajar en el ciudado de la infancia.


Sin velo y bajo el velo

Natalia Baleato nombró como adjunta a una persona que formó desde la nada, Fatima Afif. Fatima ayudó a Natalia a redactar el reglamento interno de la guardería, donde se reflejaba nítidamente que los signos externos religiosos de los trabajadores estaban terminantemente prohibidos para evitar el proselitismo entre los pequeños, y alinearse con el laicismo imperante en el país.

Fátima se casó y pasó cinco años sin trabajar en Baby Loup con permisos de maternidad. Cuando volvió al trabajo lo hizo portando el velo islámico, del que no quería desprenderse a pesar de las reglas internas. Después de vanos intentos de hacerle entrar en razón, fue despedida. Su recurso judicial fue en un primer momento desestimado, pero meses después un tribunal consideraba que como la guardería solo recibía el 80 por ciento de su presupuesto de fondos públicos, no podía considerarse como un servicio público de pleno derecho. Por consiguiente, la niñera era libre de vestir el velo. Esa decisión marcó uno de los días más oscuros en la lucha por la laicidad en Francia. Pero la batalla judicial no acabó ahí. La semana pasada, el Tribunal de Apelación de París decidió que Natalia Baleato tenía razón en querer preservar a los niños de la propaganda religiosa.

Baby Loup continuará, pero no en el mismo barrio. La presión islamista sobre los trabajadores de la guardería se hace insoportable: insultos, automóviles dañados, amenazas a los trabajadores.

El caso Baby Loup es un caso emblemático de la fuerza del comunatarismo, de la violencia del oscurantismo religioso que corroe a la Francia laica. Los políticos prefieren no entrar en el debate por miedo a perder votos o por extraños complejos que les obligan a adoptar actitudes políticamente correctas.

La Ley ha ganado en Chanteloup-les Vignes, pero la guardería de Natalia Baleato se muda a otra zona. En realidad, los fanáticos islamistas han conseguido que una isla de libertad se vea forzada a dejar el barrio.

El objetivo de los intolerantes se cumplirá: las mujeres deberán volver a encerrarse en sus casas, sin poder trabajar o estudiar, porque ya no existirá una guardería abierta 24 horas al día durante los siete días de la semana.